Las famosas y renombradas vitaminas, conocidas y descubiertas básicamente gracias a su carencia y no específicamente a su presencia.
Como dato de color e interés, resulta ser que hasta fines del siglo pasado parecía que se conocían todas las necesidades nutritivas del organismo humano y sus formas de cubrirlas, principalmente el aporte energético por parte de los hidratos de carbono y las grasas, por un lado, y algunos materiales de “construcción” como las proteínas y ciertos minerales, por el otro.
Resultó ser que a partir de experimentos en animales con dietas artificiales que contenían únicamente estos nutrientes (proteínas, grasas, hidratos y algunos minerales) se demostró que los animales jóvenes tenían limitaciones en el crecimiento y dejaban de hacerlo, perdían el apetito y, como trágico final, acababan por morir. Pero se vio que al suministrar un poco de leche fresca se permitía su desarrollo normal ¡Alto ahí! Antes que salgas corriendo a comprarte un tambo, seguí leyendo que la magia no estaba en la leche en sí.
Sucedió entonces que un señor de nombre difícil de escribir y pronunciar, como todo científico, descubrió que debía existir en la leche alguna sustancia desconocida hasta el momento cuya presencia en la dieta era indispensable para la nutrición. Y sí, he aquí el descubrimiento de las vitaminas.
Las vitaminas cumplen un rol bastante importante para reacciones esenciales del metabolismo energético y síntesis de tejidos, transporte de oxígeno; intervienen en la recuperación del deportista, como antioxidantes en la reducción del estrés oxidativo que produce la actividad deportiva; etc.
En muchos casos sucede que las rutinas de entrenamiento pueden incrementar el recambio y las pérdidas tanto de vitaminas como de minerales, aumentando así sus necesidades en comparación con gente sedentaria. Pero esto no quiere decir que tengas que consumir multivitamínicos, ni mucho menos. Este aumento se puede satisfacer tranquilamente con una alimentación variada y teniendo en cuenta también la importancia de acomodar la alimentación a la etapa deportiva en la que estés. Es decir que, si estás entrenando mucho, tus demandas energéticas van a ser más elevadas y, por ende, si estás complementando bien tu nutrición y comiendo más porciones para cubrir esas demandas en esas porciones también estás consumiendo más vitaminas y minerales. A menos que tu alimentación se base en puros alimentos ultraprocesados o que elimines grupos alimentarios, como no consumir frutas, por ejemplo.
Si la alimentación es variada y equilibrada es muy sencillo cubrir estas demandas. Y si existiera alguna deficiencia lo más adecuado sería aportar sólo el nutriente faltante de forma específica. Si, así y todo, decidieras consumir un multivitamínico sólo vas a notar mejoras si realmente padecés una carencia de micronutrientes. De lo contrario, si te hace bien, sería sólo por efecto placebo. En este caso, más no es sinónimo de mejor.
Para que te quede claro, pongamos a las vitaminas como piezas de un rompecabezas, donde todas las piezas son diferentes y donde hay sólo un sitio que pueda encajar cada una de ellas, por lo que de nada te serviría tener una pieza repetida mil veces si una vez que coloques una de ellas ya no hay espacio para las demás.
Tanto como las deficiencias pueden causar enfermedades, sus excesos también pueden traer alteraciones y toxicidad. Además, si bien es cierto que cuando hay deficiencia el rendimiento puede verse afectado negativamente, también es cierto que no hay evidencia concluyente que permita afirmar que una ingesta superior a las recomendaciones aumente el rendimiento.
A estas “señoritas” podemos dividirlas en:
Vitaminas liposolubles (se diluyen en grasa): A, D, K, E.
Vitaminas hidrosolubles: complejo B y vitamina C.
A grandes rasgos, podemos ver que dentro del complejo vitamínico B, la B1 (tiamina) participa en la liberación de energía de los alimentos y facilita el buen funcionamiento del corazón y el sistema nervioso. La B5 o ácido pantoténico es necesaria para formar glucosa y ácidos grasos a partir de otras sustancias, el ácido fólico. Y la B12 están asociadas a la formación de glóbulos rojos por parte de la médula ósea, etc.
En próximas notas iremos ampliando un poco más sobre algunas de ellas que son importantes para el rendimiento deportivo, fuentes de consumo, etc.
Fotos: archivo, gentileza K Series
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