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Patagonia melancólica…

Sabía que participar este año de los 100K de la Patagonia Run no iba a ser fácil, a las difíciles condiciones de su exigente circuito iba a tener que superar una serie de inseguridades, producto de esos pasos en falso -propios de tus errores- y tropiezos -involuntarios- que das cada tanto en la vida.
Por eso, para que mi nueva aventura no fuera un fiasco -como en octubre pasado en los 100K de Conociendo la Pachamama– iba a tener que recurrir, más que nunca, a la mística del trail runner, la de correr más con el corazón que con las piernas.
Mi tramo preferido de la Patagonia Run, el costeo al lago Lácar.
Luna y ojos claros
“Haynoches en las que te
extraño más que otras,deber
ser el resultado de alguna complicidad
secreta entre la luna y mis nostalgias”
Rosalba Díaz
Mientras esperábamos que se hicieran las 21 y 30 horas para partir a una nueva aventura, lo primero que hice fue dedicarle la carrera a mi hija Camila: si cruzaba la meta iba a ser por ella ya que sus ojos celestes iban a ser mi guía.
No es una frase de ocasión la que acabo de expresar. Cuando Cami era muy pequeña, una noche al aire libre, me señaló con una sonrisa angelical la luna llena y me dijo “miyá (mirá), ¡la luna!”. Juro que primero vi la luna reflejada en sus ojos claros y luego en el cielo. Desde ese momento quedó implícito un pacto entre los dos: la luna iba a mantenernos unidos, aún cuando físicamente no lo estuviéramos.
La noche se presentaba fría, con nubes aisladas y una luna en cuarto creciente casi llena. Partí con la mochila cargada de dolores pero con la firme voluntad de llegar a la meta. Así las cosas, la luz lunar me guiaba, a la derecha o a la izquierda de mi visión periférica, según el capricho del serpenteo del sendero.
Largada, en plena noche, de los 100K de la Patagonia Run.
Siguiendo el consejo del gran Kilian Jornet me fijé pequeños objetivos: hacer los 7K del primer tramo (en neto ascenso) en menos de una hora hasta el Puesto de Asistencia (PAS) Rosales. Luego los otros 6K hasta el PAS Portezuelo, también en subida, en menos de una hora. Para luego el tercer tramo, de 11K que incluía el ascenso al cerro Colorado, en unas dos horas y media.
Según mi planificación, cada “mini objetivo” lo cumplía cabalmente. Siempre con la luna casi llena, y por ende la presencia de mi hija como referencia. Más el aire frío pegándome impiadosamente en el rostro… A medida que subía el Colorado me distraía, cada tanto, mirando hacia atrás la hilera de luz producto de las linternas de mis colegas corredores. Cuando llegué a la cima, afortunadamente sin nieve, me maravillé, nuevamente, con la luna arriba, y las luces de San Martín de Los Andes, abajo. El descenso, bravo para las piernas, lo hice controlado hasta el PAS Colorado, donde repuse energías con un rico caldo caliente y salado para contrarrestar los efectos empalagosos de los geles que iba consumiendo para mantener mis reservas de glucógeno.
Salgo, con buen ánimo, determinado a tomar un ritmo relativamente rápido para sacarme de encima lo antes posible el próximo segmento de unos 9K hasta el PAS Quilanlahue, un tanto aburrido porque discurre principalmente por huellas. Llego a la base, repongo energías con más caldo y salgo a emprender el tramo más difícil de la carrera, no sólo porque había que trepar la pendiente más salvaje de la carrera, la del Quilanlahue, sino porque iba a perder la guía y aparecerían las primeras lágrimas…
Conexión
La luna se apaga
y mi corazón también,
porque con ella
nos juramos conexión
Claudio
Pereyra Moos
Saliendo del PAS Quilanlahue, para subir el cerro homónimo, unas negras y gruesas nubes cubrieron el cielo. La luna desaparece. Y mi guía espiritual también. Me desespero. Lloro ¿Qué hago si no me conecto con mi Cami? Trato de tranquilizarme y recurro al angelito que hace más de un año  aparece en mis momentos de zozobra. A él también le juré conexión…
Empieza a nevar, lo cual simula mis lágrimas, y, además, le da al ambiente un aire místico y mágico. A pasos cortos y lentos, pero decididos, subo  la salvaje pendiente y desciendo, rápido, la bajada aún más aguda. Las piernas sufren. El alma también. Pero no me rindo. “Vamos que vamos Claudio, no podés rendirte”, me digo como forma desesperada de darme aliento…
Llego al PAS Coihue (40K) en poco más de 8 horas y levanto los brazos como forma de festejo ¡Mis planes decían que llegaría a ese punto en unas 10 horas! Es decir que todo va mejor que mi idea original. Sonrío. Y brindo con caldo, que acompaño con maní y papas fritas.
Sigo, para emprender entretenidos 9K a través de un bosque misterioso. Voy a ritmo sostenido porque es mayoritariamente en bajada. Sin embargo empiezan los tropiezos ¿Será porque aflojo el alerta que activé en el ascenso y descenso  de los cerros? ¿O por los troncos y ramas que caprichosamente hacen las cosas más complicadas? ¿O porque la luna no me acompaña? Lloro nuevamente. Pero sigo. Juré terminar la carrera por mi hija y mi angelito, en honor a mis lectores y por mí ¡No puedo defraudar ni defraudarme!
Llego al PAS del Lago (49K), para empezar el tramo que más amo en esta carrera: el costeo del Lácar…
Los bosques de San Martín de Los Andes son mágicos…
Incógnitas
¿Por qué llora el cielo?
¿porque lo que pudo ser no fue?
¿para simular unas lágrimas?
¿para aliviar un corazón herido?
¿o quizás para refrescar el alma?
¿y así empezar de nuevo?
Claudio
Pereyra Moos
Luego de hidratarme nuevamente con caldo en el PAS encaro nuevamente un bosque hasta el lago Lácar donde me sorprende el amanecer. La niebla da al ambiente un toque mágico. El silencio me conmueve. Regulo la marcha, para cuidar mis piernas, pero principalmente para disfrutar el momento…
Salgo del espejo de agua, encaro una huella y siento una tenue lluvia que cae en forma persistente. Agradezco el regalo de la madre natura porque el agua disimula de nuevo mis lágrimas. Un par de corredoras me alcanzan y charlamos, lo cual me da ánimo de llegar al PAS Quechuquina (60K) sin sentir el esfuerzo.
Descanso, como algo sólido por primera vez (un par de porciones de una rica pizza), tomo caldo, café, agua y salgo a hacer los próximos 15K a ritmo lento como lo tenía planeado desde un principio. La idea es recuperar fuerzas para emprender al trote los últimos 27K. Así, tras dos horas a paso sostenido a través de senderos, bosques, arroyos y el barro de complicados mallines llego nuevamente al PAS Quilanlahue.
Medito.
Concluyo que aún no tengo respuestas a las incógnitas que dan vuelta por mi cabeza.
PAS Quilanlahue.
Que difícil se me hace…
Que difícil se me hace
mantenerme en este viaje
sin saber a dónde voy en realidad…
…que difícil se me hace
cargar todo este equipaje
se hace la subida al caminar…
Alejandro Lerner
El último tramo de la carrera fue interminable.

Salgo del Quilanlahue para trotar los últimos 27K, divididos en tres tramos (9K al PAS Colorado, 9K al PAS Bayos y 9K a la ansiada meta). Empiezo lento, alcanzo a Laura, una chica que corre los 70K con la que entablo amistad, la típica de dos trail runners, donde se dialoga de la vida y de carreras. Tratamos de correr y no podemos. Yo me preocupo porque siento que las piernas no me responden para lo que tenía planificado. Luego de una hora, Laura se va, la despido y le deseo éxitos en su último tramo.

A duras penas llego al PAS Colorado. Las piernas duelen. Sólo me queda lo que todo atleta debe tener para ser exitoso: corazón.  Como en cada puesto, los asistentes me atienden con amabilidad y me dan ánimo. Agradezco y sigo.
Trato de correr. No puedo. Me avergüenzo.
La imaginación al poder
Me digo: “Claudio no podés hacer este papelón, no podés llegar arrastrándote». Pienso cómo puedo aumentar el ritmo y se me ocurre algo en honor a mi entrenador Marcelo Villagra: como en sus rutinas de cambios de ritmo, planifico alternar tramos de 2K de trote por otros 2K de trekking. La fórmula me da resultados y llego al último PAS (Bayos) donde no me detengo porque tengo agua en mi mochila y quiero llegar lo antes posible a la meta.
Los últimos 9K son puro corazón. Tras las últimas ascensiones, leves pero martirizantes, agarro la huella que me llevará a San Martín de Los Andes. Un cartel dice “4K a la meta”. Me emociono y pienso en todo el esfuerzo que hice para mi nueva “victoria”. Horas y horas de entrenamiento. Horas de extrañar a los que amo por el tiempo dedicado a esta locura de correr. Al empeño en seguir, a pesar de los dolores del alma… Bajo una pendiente complicada, por lo abrupta y por las piedras que tiene, y llego a la Ciudad, donde decenas y decenas de vecinos dan aliento. Me aplauden. Me vuelvo a emocionar. Troto. El locutor me nombra como si fuera el ganador de la prueba. Cruzo el arco de llegada con el rostro adusto por el cansancio y por la fatiga mental. Una chica me cuelga la medalla de finalista. No me sale reír…
Arribo a la meta de los 100K de Patagonia Run.
“Retroceder nunca, rendirse jamás”
Una meta más y estoy serio.Sólo se me ocurre recitar para adentro mi himno de guerra:
Retroceder nunca,
rendirse jamás.
Por más que duelan las piernas.
Por más que el corazón llore.
Por más que la mochila pese
por cargar dolores del pasado.
Nunca, nunca retroceder.
Jamás, jamás rendirse
Esos son lujos de los cobardes…

Rostro adusto producto de la fatiga física y mental.

PD: Si querés leer la crónica de la Patagonia Run 2017, con descripción de los circuitos, resultados, desarrollo de la carrera, fotos… hacé click acá.

Fotos: gentileza Patagonia Run
Facebook: Fan Page «Mendoza Corre» (clikc acá para acceder)
Twitter: @mendozacorreok (click  acá para acceder)


Esta aventura deportiva fue posible gracias a:
– Marcelo Fabián Villagra. Entrenador, planes a distancia (Hacer click acá para acceder a su Fan Page de Facebook).
– Instituto Austral. Pionero en otorgar certificados de «corredor cardioseguro» (Hacer click  acá para acceder a su Fan Page de Facebook).
– Vivi Araya MKT. Representante de Gatorade en Cuyo.
– AMA. (Asociación Mendocina de Atletismo).
– CoMeDe. (Confederación Mendocina de Deportes).

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Claudio Pereyra Moos

Periodista por pasión, más que por profesión. Ultramaratonista de montaña que corre tras ideales: traspasar metas de carreras difíciles, trabajar por una sociedad más justa, viajar para conocer nuevos horizontes.
2 Comments
Comentarios en línea
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Laura
7 years ago

Muy buena nota. Me traslado de nuevo a la carrera a los 70km q hice al recorrido compartido! Gracias por la mención

Emanuel
7 years ago

Me tome el tiempo de leer la nota completa. Saque dos conclusiones. La 1era. Es que sos un apasionado del running, y la pasión se transmite, se contagia, se reproduce, la pasión llega a otros.Te felicito por tu pasión…y la 2da es poder transmitir y codificar lo que viviste, para que otros podamos desde nuestro lugar, desde la lectura imaginemos estar ahi..Impecable, y admirable desde las dos conclusiones!