Vamos. No se ha terminado.
Si lo dices en serio, dilo alto:
¡vamos todo por amor
saliendo desde debajo de la tierra!
Alejándote conmigo
no necesitamos palabras.
Cierra los ojos y verás
que seremos pájaros
volando libre…
Birds. Coldplay, del Disco A Head Full of Dreams
Participo en los 30K de la K21 San Juan, en Ullum, como un escalón más de mi preparación con vista a los 101K de la CCC de la UTMB, a desarrollarse en Chamonix, Francia, a fines de agosto.
En realidad esa es una excusa, porque la verdadera causa es que cada vez que corro me siento libre, como un pájaro al que le acaban de abrir la puerta de su jaula.
A menos de 5 minutos de la orden de partida, en la línea de largada, bajo un sol radiante y con una atmósfera fría, me saco una selfie para postearla inmediatamente en Facebook y anunciar que participo en la competencia para cubrirla “desde adentro” para Mendoza Corre. (Click acá para leer la crónica de la K21 San Juan). Aunque también busco la complicidad de mis amigos y lectores.
Energía positiva
En el ambiente reina energía positiva. Largamos. Emprendemos, aproximadamente, kilómetro y medio por asfalto para salir del complejo Del Bono Beach.
Encaramos un río seco “pesado” para las piernas porque su lecho tiene ripio. Empieza la aventura. Al poco andar escucho un afectuoso saludo. Me doy vuelta. Veo a mi amigo Miguel Ángel Gómez. Le expreso mi alegría. Sigo.
Tenemos que enfrentar una subida progresiva que nos lleva a ganar unos 200 metros hasta el kilómetro 8, aproximadamente, donde un guía de la organización nos dice que ahora comenzamos a bajar.
La mejor sinfonía es…
Hasta el momento encuentro al circuito muy divertido porque tiene scoobys (ondulaciones) y porque en algunos segmentos transitamos por estrechos senderos que nos obliga a hacer equilibrio.
La bajada no es violenta, lo que nos permite trotar tranquilos y felices porque empezamos a transitar cañadones que “entuban” el aire y nos permite escuchar la sinfonía que a mí me produce éxtasis: la del viento.
A los saltos
Llegamos a una quebrada muy estrecha por la que apenas pasamos. Cada tanto saltamos “escalones” descendentes de cerca de un metro de alto. Divisamos un río seco serpenteante donde troto moderadamente, porque mi misión es cuidar las piernas con vistas a la CCC.
Tras el kilómetro 11 doblamos a la izquierda y corremos en forma paralela al río San Juan, que no lo veo pero lo percibo. En el tramo, un tanto aburrido, entablo diálogo con Ely Machín, a quien conozco por Facebook.
Vergüenza y timidez
La piba me cuenta que sigue mis entrenamientos y que me admira porque voy hacer 101K en Francia. Me da vergüenza ¡Sólo soy un trail runner aficionado! No le digo nada. Un poco por timidez. Y otro poco porque quiero cuidar cada gota de oxígeno. Vamos juntos un breve trecho. Le digo que si está en buenas condiciones que siga, que yo cuido mis piernas porque un día antes hice 81K en bici hasta el Puente Colgante de Cacheuta y siento el esfuerzo. Me dice que lo sabe por las redes sociales y que no me haga problema.
Agua bendita
Llegamos a las inmediaciones del dique De La Roza, previo traspasar un arroyo con agua fría que nos moja los pies. Ingresamos al complejo El Pinar. Transitamos por su lindo bosque de eucaliptus y, al salir, tras un breve intervalo de asfalto, nos metemos a un río seco, donde, en el kilómetro 15, nos espera un puesto de asistencia. Bebo medio litro de agua y otro tanto de bebida isotónica, para reponer los minerales necesarios para prevenir calambres y fatiga. Repongo en mi mochila de hidratación el líquido vital necesario.
Cerro a la vista
Pasamos por debajo de un puente de la Ruta del Sol. Doblamos a la derecha y transitamos en forma paralela a ésta poco más de 3K. Subimos progresivamente por un sendero que nos permite ver de frente la imponencia del cerro Tres Marías. Me encuentro con Marcelo Gallo, el organizador de la competencia que, handy en mano, controla que todo esté bien. Estrecho su mano. Lo felicito por su dedicación.
Perdidos entre las piedras
Con Ely ya hicimos equipo y nos alentamos mutuamente para no aminorar la marcha. Debemos doblar a la izquierda, para faldear el Tres Marías. Me equivoco. Sigo de largo unos 100 metros. Un colega trail runner me advierte del error y retomo la senda. Le agradezco.
Tras atravesar un área donde los senderos se confunden con numerosas piedras, llegamos al kilómetro 20 donde hay otro puesto de asistencia. Me hidrato de nuevo. El trail runner solidario que me salvó del extravío, que es sanjuanino, explica que viene lo más difícil.
Cosquillas en la panza
Trepamos casi 3K con un desnivel de más de 300 metros. Arribamos al filo del Tres Marías. Veo la espectacular panorámica que regala el dique Ullum. Pero lo que más me maravilla es el estrecho filo y el cosquilleo que me causa en la panza los precipicios a ambos lados del sendero.
Amistad trail runner
El trote solidario con Ely sigue firme. Ya se estableció la amistad trail runner que, como marcan sus códigos, no se romperá jamás. Al subir progresivamente me percato que mi amiga se distrae sacando fotos. La “reprendo”. Le digo que no pierda la concentración. Seguimos. Conversamos. Me cuenta que es radióloga y técnica bioquímica y que trabaja en una clínica de Maipú.
¡Cóndor a la vista!
Luego de superar un estrechísimo sendero y trepar una escalera de metal, que dispuso la organización, retomamos el trote hasta que vemos algo increíble: un ave inmensa que se dirige en dirección inversa a nosotros. Por tamaño, color y vuelo deducimos que es un cóndor. Nos maravillamos. Me doy vuelta y le pido a Ely que retrate el maravilloso momento. Lo hace. Internamente me río porque instantes antes le dije que se concentrara en la carrera y no sacara fotos.
Subida, cima y después…
Subimos, un poco al trote y otro poco a puro trekking, hasta la cima del Tres Marías. Enfrentamos una violenta bajada de 2K que nos lleva al costado del dique Ullum. Nos espera el último puesto de hidratación. Paso de largo porque tengo agua en mi mochila. Ely se detiene.
Cruzo el embalse por arriba. Doblo a la izquierda para enfrentar una mortificante subida que nos llevará a un sendero que nos guiará a la costa del lago del Ullum. Mi amiga me alcanza. Seguimos juntos. Sin embargo, al ver delante un par de chicas que noto están agotadas le digo que les dé alcance. Me hace caso. Las supera. Quedo atrás.
Felicidad
En soledad costeo el lago del embalse hasta arribar al complejo Del Bono Beach, donde me espera el arco de llegada. Aumento el ritmo del trote. Cruzo la meta. Recibo la medalla de finisher. Sonrío. Poso para las fotos que me saca mi amigo Eduardo Mulet. Medito. Concluyo que el trail running es felicidad porque gracias a él vuelo. Como un pájaro libre.
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