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Pachamama “rústica”

En el trail running hay carreras que no podés dejar de correr, por bellas, pero sobre todo por rústicas…

Rústicas porque te ofrecen condiciones ásperas: son de autosuficiencia; se corren sobre terrenos muy técnicos con altos desniveles; ofrecen exigentes condiciones geográficas como altitud elevada, variabilidad del tiempo, alta exposición a la radiación solar… Esas carreras te pondrán al límite.
 
Conociendo la Pachamama, en Tilcara, en plena Puna jujeña, es una carrera rústica.
Entre el 8 y el 10 de octubre se desarrolló este carrerón y Mendoza Corre estuvo allí para contarte qué se siente trotar en la Puna con el efecto impiadoso de la altura, con el calor inclemente del día, con el frío implacable de la noche, con la alta exposición solar, con senderos llenos de piedras que exigen al máximo las piernas…
 
Para empezar advertimos que no es una competencia para cualquiera ya que para participar debés tener mucha experiencia en trails, estar muy bien preparado físicamente (mucho más que de costumbre), pero, sobre todo, debés tener la mente a pleno: cuando al cuerpo lo llevás al límite la cabeza es lo más importante.
La belleza que ofrece esta carrera es inconmensurable. Foto Facebook, gentileza Claudia Maristany.
“Dura y rústica”
 
Conociendo la Pachamama está organizada por la empresa Eco Atletas, de Sandro del Río.
El mentor de esta propuesta, que ya lleva nueve ediciones, subraya siempre que “la Pachamama” es una carrera «dura” y la define, sin tapujos, como “rústica”.
Además especifica que es una competencia de autosuficiencia porque sólo ofrece agua cada 20K, más o menos, y que exige mucho más que cualquier otro trail, al menos del país.
Sandro no se preocupa que aún su carrera no sea masiva, aunque remarca que año a año la cantidad de inscriptos va en paulatino ascenso.
Por ejemplo, en este año, entre todas las distancias propuestas (15K, 35K, 55K, 80K, 100K y 140K) se anotaron unos 250 atletas, contra poco más de 170 de 2015. Varios de ellos fueron extranjeros (Austria, EEUU, España) y estuvieron representadas 14 provincias de Argentina.
 
Carrera rústica… Foto: gentileza Marcelo Villagra.
Los circuitos
 
Mapa de la carrera.
El principal factor de “la Pachamama” es la altura y el efecto de ésta en las condiciones particulares que ofrece la Puna jujeña.
Se larga desde Tilcara, a los 2.450 msnm y, salvo los 15K, en todas las distancias, se alcanzan los 3.890 msnm, en la Capilla del Abra de Punta  del Corral.
Partiendo desde los 2.450 msnm de Tilcara, en las distancias más largas, constantemente hay que arremeter violentas trepadas para llegar a los 2.890 msnm del Cerro Amarillo, a los 3.500 msnm de Ovejería Vieja, a los 3.890 msnm de la mencionada Capilla del Abra de Punta  del Corral, a los 3.200 msnm de Agua de
María, a los 3.690 msnm de Casa de Rodeo, a los 3.390 msnm de la Quebrada del Lampacito. Para adquirir una mayor dimensión de lo que estamos hablando es útil referenciarnos en el mapa que adjuntamos a estas líneas.
Ahora bien, los desniveles que hubo que afrontar, muy violentos por cierto, no son el factor determinante sino las condiciones que la Puna somete al cuerpo. Es que podríamos decir que la altura es complicada para trotar, pero en este caso hubo que agregarle las características geográficas que hicieron que ese efecto sea aún más exigente para con la humanidad del atleta: la sequedad del ambiente, especialmente por el efecto del viento que constantemente levanta polvo y seca las vías respiratorias, el elevado calor diurno y la baja temperatura nocturna, la altísima radiación solar…
La base de la carrera fue la ciudad de Tilcara, según la ONU “patrimonio natural de la humanidad”, donde estuvieron la largada y la llegada de todas las distancias. En los recorridos más largos se pasó dos veces por allí: primero, se dio una vuelta de unos 43K, pasando por Ovejería Vieja, el tramo más exigente ya que allí es donde los efectos de la Puna se sienten más (misterio de la geografía de la zona). Luego se dio una vuelta de unos 37K, pasando  por el punto más alto de la carrera, la Capilla del Abra de Punta del Corral.
Con esas dos vueltas se completaron los 80K. Allí, los que optaron por los 100K tuvieron que ir hasta un punto llamado Agua de María y retornar para completar su distancia. En cambio, los que se decidieron por los 140K siguieron camino por otros parajes: Casa de Rodeo, Quebrada Lampacito y Cerro Amarillo y volver al punto de largada.
Conociendo la Pachamama es una carrera muy exigente. Foto: gentileza Marcelo Villagra.
Belleza
Pero es bueno resaltar que tanta aspereza es llevadera por la constante belleza única de esa zona.
Es un deleite para los ojos la policromía constante de los cerros del lugar o la majestuosidad de los cactus o la historia de los hitos que se van contemplando…
Así las cosas, los atletas trotaron por senderos de lugares salvajes y bellos como la Garganta del Diablo, las Quintas de Verduras, los Amarillos de Juella, el Rio Grande, Ovejería Vieja, Alfarcito, la Garganta del Diablo, el Río Huasamayo, Chilcaguada, La Ciénaga, la Apacheta del Cruce, la Capilla del Abra de Punta Corral, las Paletas del Pintor, las Huellas de los Dinosaurios, la Bodega Dupont, la Finca Chicapa, el Pukará de Tilcara, la Huichaira, el Río Huichaira, la Quebrada de María, Rodeo…
Los cactus y la policromía de los cerros son marca registrada en esta carrera. Foto: Marcelo Villagra.
Valientes
El mérito de esta competencia es correrla, o al menos intentar correrla (siempre el porcentaje de abandonos es altísimo).
Por eso vamos a felicitar a cada uno de los valientes atletas que participaron de esta aventura y, por esta vez, no haremos hincapié en los ganadores.
Aunque los que deseen ver quiénes se impusieron en cada una de las distancias pueden hacerlo visitando la web de Eco Atletas haciendo click acá.
Los atletas que se le animaron a esta competencia fueron muy valientes. Foto: Marcelo Villagra.
En primera persona
La cabeza es más importante que las piernas
Por Claudio Pereyra Moos
“La
experiencia es un peine que
te
dan cuando ya estás pelado”
Oscar
“Ringo” Bonavena
En el trail running la cabeza es más importante que las piernas.
Baso esta opinión en que con la cabeza planificás una carrera: ¿qué equipo me acompañará a lo largo de muchas horas? ¿Qué alimentación consumiré? ¿Cómo administraré las fuerzas a lo largo de la competencia? ¿Qué  ritmo imprimiré en función de los horarios de corte que imponga la organización? ¿Corro más rápido al principio para regular en la mitad de la carrera y retomar un buen ritmo en la etapa final? ¿Cómo cambio mi plan de ritmos en función de una circunstancia no prevista como una tormenta o cualquier otra vicisitud del tiempo? ¿Qué hago ante una situación límite como encontrarme con un colega accidentado? Voy por un filo de montaña que me causa “cosquillas” en la panza por el vértigo: ¿corro a todo lo que da
para sentirme más pleno y joven o me cuido?
La cabeza es lo único que te queda cuando las piernas no dan más luego de horas y horas de marcha y cuando el sueño se hace palpable porque llevás mucho tiempo sin dormir. Ahí es cuando florece lo que denomino la “mística del trail runner” y, en función a la fortaleza mental que cultivaste por  tu experiencia y por horas y horas de entrenamiento, seguís adelante porque llegás a la conclusión que no podés defraudar a los que te bancaron para que puedas correr y mucho menos a los que decidiste dedicarles tu logro deportivo: generalmente tus hijos o a la pareja que te conquistó el corazón…
Ojo, no digo que la preparación física no sea importante. Claro que lo es: sin
piernas fuertes no podrás completar una carrera de 80K, 100K o más.
Pero de lo que sí estoy convencido es que sin la cabeza no podrás tomar las decisiones adecuadas en los momentos indicados.
En mi reciente participación en Conociendo la Pachamama tomé la decisión más dolorosa que un trail runner pueda adoptar: el abandono.
Lo hice porque la cabeza no me funcionaba bien por los efectos de la Puna y, principalmente, por razones ajenas a la carrera que no me dejaban pensar bien.
Luego de 43K y poco más de 8 horas y media de trote llegué a Tilcara para arremeter la segunda etapa de la carrera. Ya sentía signos de cansancio y de fatiga mental.
En el drop bag descansé poco más de 30 minutos, tiempo durante el cual supervisé mi equipo cuidadosamente y medité varias veces si seguía o no.
Decidí darme una oportunidad más y continuar la marcha aún quedándome más de la mitad del recorrido por delante (mi objetivo eran los 100K).
Me calcé la mochila y arremetí decididamente.
A los dos kilómetros de marcha me di cuenta que increíblemente no había cargado agua cuando no iba a poder reabastecerme por lo menos por tres horas (quizás más). Evidentemente no estaba concentrado y era un peligro para mi integridad y, principalmente, la de mis colegas y de la organización.
Atrás dejé prejuicios del tipo “si abandono no faltará el boludo que diga que soy un ‘vendehumo’”.
Corro para ser feliz y para ser más pleno física y mentalmente y, si no me siento bien a tal punto que puedo representar un peligro, lo más atinado es dar un paso al costado. Las montañas siempre están, no se van, y carreras nunca faltarán.
“La experiencia es un peine que te dan cuando ya estás pelado”, decía el mítico boxeador Oscar Bonavena. Yo me atrevo a contradecir al gran “Ringo”: transmito en mi blog mis experiencias para que mis lectores la puedan aplicar en sus futuras carreras y sirvan para algo.
En la carrera tuve la grata sorpresa de encontrarme con mi entrenador Marcelo Villagra y su novia. Foto: Marcelo Villagra


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Claudio Pereyra Moos

Periodista por pasión, más que por profesión. Ultramaratonista de montaña que corre tras ideales: traspasar metas de carreras difíciles, trabajar por una sociedad más justa, viajar para conocer nuevos horizontes.