“Algo va mal en la
sociedad cuando un profesorcobra menos que un
deportista”Kilian Jornet
Sostengo que un país no es grande por sus recursos naturales sino por las personas que viven en él: con materia gris puede ser una potencia.
Sino explíquenme cómo Japón es la tercera economía más grande del mundo (sólo está detrás de EEUU y China), el cuarto exportador e importador, el segundo país con la menor tasa de homicidios, las mujeres tienen la segunda mayor esperanza de vida y registra la tercera menor mortalidad infantil.
La “Tierra del Sol Naciente” es un archipiélago de 6.852 islas con una superficie apenas superior que nuestra Provincia de Buenos Aires y con muchísimos menos recursos naturales que el estado bonaerense.
Si hago comparaciones entre los índices de calidad de vida de Japón y Buenos Aires tendría que cerrar el blog y largarme a llorar desconsoladamente.
Pero simplemente diré lo que a mi juicio marca la diferencia: la educación.
Pensaba ayer estas cosas mientras sufría como marrano al hacer un fondo de 35K, con viento Zonda en altura, por las vías del Tren Trasandino (Las Heras) y el cerro Cocodrilo (Luján de Cuyo).
En ese momento de “martirio” runner, donde sólo podés zafar del mal momento haciéndote fuerte en lo mental, fue cuando pergeñaba esta columna para rendirle un humilde homenaje a nuestros maestros, artífices de la educación de nuestros niños, que son nuestro futuro y de cómo se formen dependerá cuán grande será nuestra Patria.
Por ello decidí hacerlo rescatando el ejemplo y la historia de una docente anónima que, además de enseñar con amor y dedicación en dos escuelas (una a la noche), es madre de tres hijos y, como si fuera poco, runner.
Gabriela Guayama, ejemplo de docente, madre y deportista. |
“Cuando no corro me falta algo”
Orgullosa exhibe su medalla finisher. |
Así las cosas, recordé a mi amiga Gabriela Guayama.
Gaby, como la llaman sus amigos, tiene 48 años, estudió el profesorado de Enseñanza Elemental en la UNCuyo y actualmente trabaja, de 21 a 7 horas, en la Escuela Hogar Eva Perón y, de 13 a 18 horas, en la Escuela Ramón Guevara del Barrio Santa Teresita, Las Heras. Es mamá de tres hijos: Julio (25), que está por recibirse de licenciado en Programación de Sistemas; Lucio (17), pronto a egresar del secundario, y Anita, un sol que día a día supera su autismo gracias al amor de sus seres queridos.
A pesar de sus múltiples obligaciones diarias, que incluyen una activa militancia política y social, la Gaby se hace siempre tiempo para no dejar de practicar running, una pasión que la cautivó hace unos tres años.
Entrena en Alto Running. Gracias a la múltiple oferta de horarios del team del profe Juan José Altamirano, casi siempre encuentra un “huequito” para poder prepararse en las artes del trote, aún a pesar del cansancio lógico por las múltiples obligaciones laborales y de la responsabilidad de madre, que incluye el cuidado y educación de sus hijos y el mantenimiento de su hogar.
Gaby siempre tiene sonrisas para regalar. |
“Por los horarios del trabajo y las obligaciones de la familia se me hace muy difícil entrenar pero el trote ya es parte de mi vida y cuando no corro siento que me falta algo…”, me dice mi amiga con una sonrisa cómplice y pícara en el rostro.
Inmediatamente empieza a agradecer a sus padres y a Verónica, la asistente de Alto Running, porque “me cuidan a Anita” y por supuesto a sus profesores “Matías (Fernández) y Juanjo (Altamirano) que me tienen paciencia y me dan todas las posibilidades para que siga entrenando”.
Para saber lo difícil que se le hace poder seguir corriendo es bueno que cite cómo se siente cuando entrena a la mañana. “Me quedo dormida…”, dice entre risas y explica que dentro de poco va a entrenar “a la tarde, antes de entrar a la Escuela Hogar”.
Leona
Gabriela Guayama es una leona.
Leona de la vida, porque nunca se rinde. Porque sabe cómo enfrentar innumerables obstáculos, como llevar sola y con valentía en su casa la educación de sus tres hijos, o trabajar a doble turno para tener un ingreso económico mínimamente digno.
Leona de la vida porque a pesar de las adversidades va repartiendo a cada paso sonrisas y chistes a sus amigos y amor y educación a sus hijos y alumnos.
Leona de la vida porque no sólo trabaja casi todo el día en una tarea fundamental para el desarrollo de nuestra sociedad sino porque además milita activamente política y socialmente y porque, como si fuera poco, se da maña para practicar running, una pasión que la envolvió y no largará jamás.
Mendoza Corre, en su sección personajes, rescata no sólo a los atletas más notables en lo competitivo sino también a esos héroes anónimos que, como Gaby, son ejemplos que deben hacerse conocer para que sean imitados en una sociedad enferma de facilismo.
Gaby junto a su hija Anita, quien también se dedica al trote. |