Correr, practicar Mountain Bike, hacer deportes de montaña, como cualquier actividad deportiva, genera que liberemos las famosas y amadas endorfinas. Éstas son las responsables de que experimentemos esa sensación de placer y que inevitablemente nos sintamos mejor en muchos aspectos ya que nos permite reducir el estrés, estar en forma, mejorar la salud, divertirnos…
Nuestra hermosa provincia es un escenario perfecto para realizar estos deportes y es por eso que cada vez más gente se suma a esta práctica, lo cual es fantástico. Pero, siempre hay un pero, todo este boom no sólo ha traído cosas buenas sino que muchas de las personas que comienzan con estos deportes lo hacen sin estar preparados no cumpliendo con las rutinas mínimas de controles médicos o alimentándose muy mal. Y si a esto le sumamos que se sobreexigen, sobreentrenan o descansan mal terminan convirtiendo una actividad que sumaron por placer en un factor más de estrés.
Tomando como base la idea de un libro que me gusta mucho, hoy en día el objetivo principal ya no es tanto correr para comer (aunque no voy a negar que en una pequeña parte de nuestro subconsciente muy consciente sí lo es), sino que buscamos potenciar el rendimiento y para eso comenzamos a comer para correr. Y no solo comer para correr, porque eso lo podríamos hacer a base de cualquier alimentación, sino entender y aprender a darle al cuerpo las comidas y nutrientes necesarios para maximizar el rendimiento.
La alimentación también se entrena y forma parte del llamado entrenamiento invisible. Va a sonar monótono y se van a cansar de leerlo, pero es una variable que no puede quedar al azar.
Un deportista no debería dejar de serlo fuera de las calles, cerros o pistas, sino que también debe serlo cuando se alimenta, duerme y cuando está en los detalles de organizarse para llevar los alimentos al trabajo, a los entrenamientos o al estar pendiente de siempre tener a mano una botellita para hidratarse durante el día.
Este entrenamiento invisible afecta directamente el rendimiento deportivo, y no solo eso, también la composición corporal y el estado de salud.
Pero, ¿qué incluye este tipo de entrenamiento?
Básicamente el entrenamiento invisible hace hincapié en la hidratación, alimentación y descanso.
Respecto a la hidratación, ya un poco hablamos en la nota anterior (click acá para leerla) donde vimos las consecuencias que puede tener la deshidratación y que seguiremos ampliando en otra ocasión.
En cuanto al descanso, es importantísimo y sumamente dejado de lado. Durante el sueño se regeneran las células dañadas y se limpian las sustancias de desecho que se generan en el entrenamiento. Descansar no solo incluye el tiempo de dormir, sino el descansar en general. Cuando el cuerpo se recupera bien, sufre menos inflamación y dolor. Y es que mientras más intensos y exigentes son los planes de entrenamiento, más importante se vuelve la recuperación y el descanso.
Por último, la alimentación, en donde vemos que el aplicar buenas estrategias nutricionales ayuda a entrenar más fuerte, recuperar más rápido y adaptarse a nuevos entrenamientos, con menos riesgo de lesiones y enfermedades.
Un buen deportista come como se entrena: con regularidad y disciplina. Esto significa que la planificación, lejos de obsesión, es una de las mejores herramientas para llevar adelante estos ítems sin que se vuelva un martirio, sino que al contrario. Al adoptar el hábito, uno directamente se siente mejor y por ende entrena mejor.
A partir de todo esto empezamos entonces a hablar de un entrenamiento de muchas más horas que las que dedicamos al entrenamiento físico. Son 22, 21 o 20 horas de tu día contra 2, 3 o 4 horas, dependiendo tus horas de entrenamiento físico diario. Es decir, que, como mínimo, el 80% de tu entrenamiento, es invisible. Entonces, ¿vas a dejarlo de lado?
Belén Yaquinez: Licenciada en Nutrición (Universidad Maza) con una especialización en nutrición deportiva. Antropometrista ISAK II. Trail Runner.
Fotos: Claudio Pereyra Moos
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