El uso del tapaboca perjudica el entrenamiento de los runners ya que pone “en jaque” a su cerebro. Es que los “ojos sin rostro” conspiran contra la sociabilización que necesita todo ser humano, lo cual lo afecta en su rendimiento habitual, máxime si de atletismo hablamos.
Así lo destacó la psicóloga especializada en deporte (A.P.D.A.) Julieta Príncipe quien, sin embargo, subrayó que desde esta adversidad se puede salir fortalecido si se entrena la “plasticidad” del órgano que nos permite pensar y sentir.
En este sentido, la profesional mendocina (M.P. 1.500) propuso que en la “maratón a la nueva realidad” que nos plantea la pandemia del coronavirus COVID-19 portemos un dorsal con nuestros nombres para contrarrestar este factor negativo ya que los atletas nos podríamos identificar.
Hace dos semanas, en una crónica en primera persona que escribimos en Mendoza Corre (click acá para leerla), destacábamos cómo el uso de los tapabocas nos afectaba en lo emocional, situación que la describimos con la metáfora “ojos sin rostro”, parafraseando el exitoso hit homónimo del rockstar Billy Idol.
Así las cosas, no nos quedamos sólo con la descripción personal de este fenómeno sino que fuimos al encuentro de Julieta, quien además es runner y trail runner, para que nos lo explicara desde el punto de vista académico.
Aprovechar la “neuroplasticidad”
Príncipe destacó que desarrollando la “neuroplasticidad” podremos contrarrestar los efectos negativos de los “ojos sin rostros” que nos proponen los, a esta altura, maldecidos tapabocas o buffs.
En efecto, Julieta explicó este fenómeno como la capacidad de nuestro cerebro para modificarse hasta el momento de nuestra muerte. Al respecto destacó: “Hoy sabemos, desde las neurociencias, que nuestro cerebro, como órgano anatómico, como red de conexiones neuronales, es capaz de modificarse hasta el último momento de nuestras vidas, a diferencia de lo que se creía antes que, llegado un tiempo de evolución, este órgano fundamental para la vida encontraba su punto máximo de desarrollo y allí se detenía limitándonos con esto las posibilidades de nuevos aprendizajes. En los últimos años la ciencia ha descubierto esta capacidad conocida como neuroplasticidad, siendo un recurso que podemos aprovechar al máximo para hacer los ajustes a lo largo de nuestra vida que nos sean útiles de acuerdo a las circunstancias”.
El cerebro como órgano social
La psicóloga entrevistada por Mendoza Corre detalló que nuestro cerebro tiene ciertas características que “no siempre apoyan los desafíos que runners y maratonistas se proponen en su planificación. Seguramente muchos, sino todos, habrán tenido que lidiar en momentos cruciales con pensamientos del tipo “¿qué hago aquí?”, “no aguanto más”, “esto es imposible”, “no lo conseguiré”. Esto responde –destacó– en parte a que nuestro cerebro es egoísta, solo le interesa sobrevivir y mantenernos a salvo. Tu cerebro no quiere que te esfuerces ni que te embarques en grandes desafíos, porque esto lo expone a un desgaste extremo que, naturalmente, va a intentar rechazar. Por el contrario, buscará conservar energía para cuando realmente la necesites.
Por otro lado –continuó–, tenemos un cerebro hedonista, sólo le interesa el placer inmediato, que muchas veces se consigue tras abandonar un reto para mantenerse en la famosa ‘zona de confort’. Por ejemplo, entrenar siempre del mismo modo, bajo las mismas condiciones, correr los kilómetros que se volvieron habituales o en los tiempos conocidos para uno. Es importante identificar al momento de tomar alguna decisión, si la estamos tomando impulsados por esta dificultad en postergar un placer inmediato y efímero, en lugar de priorizar la satisfacción mayor y la sensación de éxtasis que sobreviene luego de un proceso de cambio, esfuerzo y superación.
Otra característica natural de nuestro órgano vital –continuó Julieta– es que es externalizador: busca culpables afuera porque de alguna manera eso le permite no cambiar. Siempre son los otros, el clima que no ayudó, la organización que falló, el terreno, el entrenador, mi compañero y ahora, más que nunca, la pandemia. Esto, sumado a la necesidad de buscar certezas, grafican un escenario que, cuando no se las tiene, nuestro cerebro empieza a segregar cortisol, hormona que se libera en respuesta al estrés, generándonos una sensación de alerta y vulnerabilidad. Estado que comúnmente conocemos como ansiedad.
Por último, y no menos importante, nuestro cerebro es un órgano social que se fue desarrollando y evolucionó gracias al contacto con otros y a la vida en sociedad”.
“Jaque” a la cabeza
Así las cosas, la también runner nos explicó que “el distanciamiento social y el uso obligatorio del tapabocas ponen en ‘jaque’ a un cerebro que necesita el contacto social. Hoy al runner se le hace difícil identificar a sus fieles compañeros de aventuras, sumiéndolos en una extraña compañía de unos ‘ojos sin rostro’”.
En este sentido, la psicóloga se explayó diciendo que “las nuevas condiciones de entrenar rozan en lo más profundo nuestra necesidad de supervivencia. Estamos juntos, pero distanciados; corremos sin ver con claridad; salir sin tener ciertas precauciones podría tornarse peligroso…”
¿Qué hacer frente a este escenario?
Para no tirar pálidas, Julieta destacó que, en el medio de este difícil panorama que nos propone la pandemia hay buenas noticias: hay formas de contrarrestar los efectos negativos de los “ojos sin rostros”.
La llave de la solución es ni más ni menos que el “entrenamiento de nuestra mente” para conseguir “un adecuado manejo de nuestros pensamientos y emociones” para que el cerebro termine siendo nuestro aliado.
“Nuestra mente, es decir lo que pensamos, lo que interpretamos y lo que sentimos tiene un rol protagónico que influirá en el modo en que nos movamos. Nuestra preparación mental se torna fundamental para que nuestro cerebro poco a poco acepte los cambios necesarios y podamos ampliar nuestros recursos”, remarcó Príncipe.
La creatividad como solución
En este sentido, Julieta señaló que “la creatividad es una herramienta valiosísima que todos tenemos. Aquella parte que nos dice ‘sigue adelante, puedes hacer esto de un modo nuevo’”.
En esta línea de ideas propone una original medida para que los runners podamos identificarnos: en la “maratón a la nueva realidad” que nos propone la pandemia del COVID-19 podríamos usar un dorsal con nuestro nombre para que nos podamos identificar entre colegas de trote. “El gran desafío, entonces, será mirarnos a los ojos, portados por un rostro y un cuerpo que tiene nombre, emociones, deseos… Recordando siempre que podemos ser libres en nuestra mirada y en el modo en que enfoquemos nuestra nueva realidad”, concluyó la profesional.
Foto de tapa: gentileza Nico Lancellotti
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