Ely Machín tiene 35 años, es técnica en laboratorio, está recién casada y no tiene hijos. María Correa es modista, transita sus 51 años con vitalidad juvenil y de su matrimonio nacieron dos vástagos.
¿Qué puede unir a dos mujeres de generaciones distintas que hasta hace solamente seis años vivían dos mundos diferentes?
Simplemente el running, el arte del trote, la locura de correr, la obsesión por la disciplina para poder encarar, juntas, un montón de desafíos deportivos que van desde un maratón de calle hasta 42K de montaña, pasando por pruebas de 10K y 21K de cualquier modalidad.
Se conocieron por casualidad en 2017 en su Maipú natal cuando coincidieron en un team. Ambas buscaban un entrenamiento sistemático, guiado por un profesional, para participar en los 21K de la MIM 2018. «Pegamos onda inmediatamente», afirma Ely, y agrega que desde ese momento se hicieron inseparables al punto de que participan en las mismas carreras que, en su inmensa mayoría, transitan juntas.
Circunstancias de la vida las llevaron a salir del grupo de entrenamiento y desde entonces se preparan solas, para lo cual se juntan cuatro veces a la semana: lunes, martes, jueves y sábado o domingo (los fondos de los fines de semana se realizan de acuerdo a las obligaciones familiares de cada una).
«Para nosotras, el running es superación, constancia y organización», dice Ely, para aclarar que detrás de su «locura» por el pedestrismo hay mucha disciplina. «Somos muy parecidas en todo, hasta en la obsesión por entrenar», destaca.
«Nuestra amistad se dio porque tenemos el mismo nivel de locura. Entre nosotras nunca hay un sí o un no. Por eso, cuando pinta una carrera, nos miramos y ni dudamos en ir», remarca Ely. Ante nuestra pregunta, asegura que juntas participaron en no menos de 25 competencias. Y que van por más, porque sueñan con ir al Sur argentino para correr Patagonia Run y El Cruce.
Hoy es el día del amigo y quisimos ponerlo en relieve festejando la amistad de Ely y María porque ambas demuestran que el running es un vehículo maravilloso para entablar relaciones humanas, contraviniendo el preconcepto de que es un deporte individual.
Foto de tapa: gentileza de Recuerdo Deportivo.