Tres de la mañana, acaba de sonar el despertador y no puedo evitar pensar: ¿quién me manda a hacer esto? Es irremediable, durante más de “treinta años” en el atletismo siempre que debo levantarme “muy temprano”, o bien para “competir” o “entrenar”, esta pregunta aparece de la nada en mi mente y me resulta sumamente curioso que esto suceda, porque no hay nada que me guste más que correr.
Debo confesarles que es tal el “desagrado” que experimento en ese “momento” que he fantaseado muchas veces con la posibilidad de volverme a acostar y dejarlo todo, al menos por ese día; pero también debo decirles que, a pesar de la “enorme tentación” de ese instante y de sucumbir al “placer” de seguir tumbado en la cama, nunca he caído en él, jamás he podido “explicarme” con claridad el motivo por el cual ese sentimiento de “desgano” aparece fugazmente y dura “tan poco” para irse a escasos minutos y, definitivamente, a las tierras del “olvido absoluto”.
Es día de “competencia”, por delante me aguarda una larga y exigente ultramaratón de 100 kilómetros. Desayunar bien es crucial para el éxito de tamaña epopeya, pero me resulta tan “anti natural” comer a las “tres de la mañana” que para lograrlo debo apelar al “deber y no al gusto”, masticar parsimoniosamente cada bocado y darse una pausa entre uno y otro, es la forma más indicada en esta situación para poder ingerir las “calorías necesarias”.
Comienzo a “vestirme”, afuera hace frío, anoche estuve largamente deliberando con Adela lo que me pondría para acometer la ardua faena que tengo hoy por delante, pues durante las ocho horas, que es lo que puede prolongarse el esfuerzo y, si es que todo va bien en carrera, el clima es capaz de mostrarte todas sus facetas. A esta altura del año, septiembre, se puede empezar a las 5.45 de la mañana con temperaturas francamente bajas y, promediando la competencia, el calor y la humedad pueden tranquilamente dispararse considerablemente y ponerte en serios “apuros”.
Nunca me he llevado bien con el frío, aunque soy consciente que es notablemente más benevolente a la hora de enfrentar “largas competencias de resistencia”. El calor, por otro lado, si bien en mi caso resulta mucho más motivador e incitador a la actividad física, soy perfectamente sabedor de que él y las pruebas de “largo aliento” no son para nada buenos amigos.
Estoy notablemente más “callado” que días anteriores, nada de que preocuparse, es un comportamiento habitual en mí, el día de la carrera abandono la “faceta locuaz” que me caracteriza y la suplanto por otra mucho más “medida e introspectiva”, la proximidad inminente del momento para el que me he “preparado arduamente” hacen que tome una postura mucho más “centrada y atenta” hacia el objetivo, la cual “emana” con total naturalidad desde mi personalidad, tampoco he intentado ni creo conveniente cambiar este “comportamiento” y es que básicamente no me ha “ido mal” respetando esta “espontánea conducta” después de tanto andar en este deporte.
Ahora reviso lo que “comeré y beberé” en carrera, está todo dispuesto prolijamente, la “encargada y responsable absoluta” es, cuando no, mi imprescindible y amada compañera de vida Adela Barrios. Sin ella todo sería mucho más difícil: su “meticulosidad extrema” y “esmero por la perfección” hacen que me desligue casi por completo de estos “menesteres”. Resulta una “tranquilidad y garantía” poder contar con personas que poseen tales virtudes, sobre todo en estas situaciones donde uno ha destinado mucho tiempo, energía y recursos para llegar a la cita de la mejor manera posible.
He viajado a competir a lo largo de mi vida una cantidad innumerable de veces “solo” y quien ha pasado por esta experiencia, y luego por la de ir acompañado y contenido por alguien querido, podrá comprender perfectamente de qué hablo. Sentirse asistido y apoyado te otorga un “plus extra” de confianza. Por tal motivo, y por conocer a fondo “ambas situaciones”, es que siempre procuro y me esfuerzo por demostrarle a la “otra persona” mi agradecimiento y el valor que su acción tiene para mí.
Creo honestamente que la “única manera” de seguir fortaleciendo dicho vínculo es a través de hacerle saber al otro lo esencial y decisiva que es su “participación” en nuestro éxito, y esto no es para mí un “mero formalismo”, nace desde una “plena convicción”, pues de no ser así estoy plenamente convencido de que “tal sociedad” no tiene mucho futuro.
Debo ir al baño a continuación, éste ha sido el “gran fantasma “de toda mi carrera deportiva, me cuesta enumerar por haber sido “cuantiosas” las veces que he tenido en plena competencia que detenerme para “ir al baño”. El lector entenderá que no es justamente un baño al que he podido recurrir en tales ocasiones, el “nerviosismo y estrés” que me generan dichos episodios cuando ocurren es enorme. Con los años, y luego de haber padecido durante tanto tiempo de este “maleficio”, me diagnosticaron de “intolerancia al gluten no celíaca”, con lo cual al cambiar de alimentación he mejorado ostensiblemente, no obstante el fantasma ya está instalado en mi “memoria” y por lo que presumo vivirá conmigo por lo que dure mi existencia deportiva.
Repaso con Adela “la estrategia de carrera y avituallamientos”, dicha táctica ha sido diagramada en base a la “duración de la prueba y al clima” que se espera durante su “transcurso”. Con los años he llegado a una contundente conclusión al respecto y es que para pretender salir “airoso” en las “competencias de largo aliento” el temperamento debe estar en todo momento al servicio de la inteligencia.
Uno puede venir con una planificación de competencia, que a priori ha sido trazada imaginando “condiciones ideales para el rendimiento”, pero si resulta que al “contrastar” dicha situación “idónea” con una que promete ser en la “realidad de ese día” mucho más “adversa”, y si no se tiene “la sabiduría y astucia” de modificarla suficientemente a tiempo el “fracaso” será una “alternativa” altamente probable.
Uno aprende en el deporte, más temprano o más tarde, de que estamos muy lejos de ser “invencibles” y que, por el contrario, somos mucho más “vulnerables” de lo que creemos ser y, aunque parezca “contradictorio a primera vista”, saber y entender este concepto rápidamente nos hará mucho mas “fuertes y efectivos” en nuestros desempeños.
Listo, ya está todo en “orden”, llegó la hora de ir hacia “el lugar de la competencia”, soy una persona “enfermizamente previsora”, por lo que me gusta estar en la zona de la carrera “no menos de una hora antes”, con ello logro entrar en situación de rendimiento “suave y paulatinamente”, frecuentemente tengo sueños en los que me imagino llegando tarde a la largada de una carrera, nunca me ha sucedido realmente, pero el solo pensar y especular con que esto pueda sucederme en algún momento me ha aterrado significativamente toda la vida.
Comienzo una “breve y fácil” entrada en calor, en distancias tan largas como “100 kilómetros” los primeros metros de competencia suelen utilizarse con tales fines, por lo tanto y, desde mi punto de vista, no es necesario trotar demasiado, ya habrá tiempo, y de sobra, en carrera para lograr “la temperatura corporal óptima”.
Por último, repaso un “concepto” que he madurado y mejorado a través de los años: siempre, y no sólo en el deporte, asumo la postura de dar lo mejor de mí, pues he llegado a la conclusión de que no hay ningún otro aspecto de nuestra conducta que dependa más de nosotros mismos. Canalizo toda mi fuerza y atención hacia esta forma de actuar, pues, e insisto según mi óptica, destinar tiempo y energías a otros aspectos de la conducta no tiene demasiado sentido ya que, en mayor o menor medida, todos los demás están sujetos a las “vicisitudes del azar”. Por el contrario, la posibilidad de dar nuestro más sincero y mejor esfuerzo depende exclusivamente de nosotros mismos.
Ya estoy instalado en la línea de largada. Nos tomaron lista hace unos instantes. El reloj está en plena cuenta regresiva. Últimos segundos: tres, dos, uno… ¡El show ha comenzado!
Cristian Malgioglio
Tres veces campeón argentino absoluto de 100 km
en carretera y miembro de selecciones nacionales
Foto: gentileza Cristian Malgioglio
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