María hace tres años que se dedica al trail running para hallar rélax.
Para ella correr por la montaña es un momento donde se descubre a sí misma.
Lo que nunca se imaginó es que transitando por los senderos se iba a encontrar con uno de sus mejores amigos, un perro que la ayudó a no perderse cuando se dirigía a la cima del cerro Vizcacheras.
La maravillosa historia que te contaremos a continuación es una vivencia típica de montaña que involucra a una amante del deporte al aire libre y a un ser entrañable que le hace honor al dicho “el perro es el mejor amigo del hombre”.
Amigos son los amigos
María Flores tenía un miércoles libre en su trabajo y decidió escaparle al estrés diario yendo a la montaña.
Su plan era simple: dirigirse temprano a Cacheuta para tomar el sendero que la llevara a las cimas de los cerros Baño, Ponderado y Vizcacheras.
Para asegurarse la alimentación e hidratación básicas para emprender el reto tomó su mochila donde guardó frutas y su camel bag con abundante agua.
Llegó en su auto a las cabañas sitas al costado de la Ruta Provincial 82 y donde comienza el trayecto del desafío que se había impuesto (aproximadamente 20 kilómetros con unos 1.500 metros de desnivel positivo).
A los pocos pasos, dos “anfitriones” la recibieron alborozados: un perro con piel matizada y otro bien negro.
Los “pichichos” jugaban y, como locos, corrían alrededor de ella.
La trail runner, si bien estaba contenta por tamaño “recibimiento”, tomó las jugarretas como algo ocasional.
“Les di algo de afecto y seguí”, destacó y detalló que al poco andar el perro mestizo regresó pero el negro continuó con ella.
“Cuando llegó el momento de la exigente trepada le pedí que regresara pero no me hizo caso y continuó delante mío marcándome el paso”, remarcó la solitaria aventurera que, a esa altura, ya no estaba sola sino en muy buena compañía…
Es que al rato de alternar trote y decidido trekking, por la nieve que desdibujaba el sendero, sin darse cuenta, perdió un poco el rumbo. “Él se detuvo y con una mirada penetrante me dijo que me equivocaba, no le hice caso y, efectivamente, había errado la dirección”, aseguró María con un dejo de emoción en su voz.
Así las cosas, a esa altura los ya amigos se hicieron inseparables y llegaron, con el “liderazgo” del can, primero, a la cima del Baño, para luego abordar la cumbre del Ponderado y, finalmente, el punto más alto del Vizcacheras.
Llegó el momento del rélax, la meditación y el descanso para luego regresar al punto de partida por el mismo camino, no sin antes compartir las pertenencias que María llevaba en la mochila. “Le di el agua del camel bag y yo me hidraté y alimenté con las naranjas que llevaba”, explicó.
“Gran compañero y líder”
“No tengo palabras para describir lo que viví. La verdad que se portó muy bien porque fue un gran compañero y un buen líder. Tuve la compañía de un ser extraordinario” balbuceó María a Mendoza Corre, en un estado de emoción permanente.
Respetar su libertad
Ya en la despedida, la trail runner contó que luego de su maravillosa aventura regresó al encuentro de su amigo, quien la reconoció y saludó.
María confesó que pensó en adoptarlo, ponerle un nombre y llevarlo con ella a su casa.
Sin embargo, optó por respetar su libertad. “Me di cuenta que se la quitaba si lo sacaba de la montaña y eso, seguramente, lo iba a entristecer”, concluyó, no sin antes asegurar que en cuanto pueda volverá a saludarlo, a convidarle comida y, obviamente, a salir juntos.
Perfil de una trail runner aficionada
María hace tres años que está en eso de correr en la montaña.
El año pasado debutó en las carreras en los 15K del trail de Mendoza Deportiva, en Uspallata.
Su idea es seguir acumulando experiencia en competencias.
Fotos: Facebook, gentileza María Flores
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